«La forma más simple de altavoz económico es un instrumento llamado publicidad. Si una publicidad televisiva se dirige a una persona tratándola como si tuviese doce años de edad, entonces, en razón de la sugestión, el consumidor potencial tendrá, con una cierta probabilidad, una respuesta o una reacción tan desprovista de sentido crítico como la de un niño de doce años» (Perdidos, pág 154, Cristina Martín Jiménez).